En octubre pasado, cuando me pasé una noche en la aldea tibetana de Kagbeni, en la parte más externa del distrito de Mustang, en los Himalayas nepaleses, me quedé fascinado por la vida de la aldea, la antigüedad de la misma, las costumbres de sus habitantes, y el templo budista que se encuentra en el interior del monasterio.
Kagbeni es una aldea que fue fundada por tibetanos que llegaron a pie cruzando los Himalayas hace aproximadamente 1000 años. El distrito de Mustang pertenece a lo que se tradicionalmente se llama el Reino de Lo, también conocido como Reino Prohibido. Hace algo así como un siglo y medio, cuando los Gurkas unificaron Nepal, el Reino de Lo pasó a formar parte del territorio de Nepal. Sin embargo, debido a las características extraordinarias de la región, su historia, su cultura y su gente, se le concedió un privilegio de autonomía que sigue vigente hasta el día de hoy. El rey de Lo sigue ejerciendo poder de soberano sobre sus habitantes, y puede determinan los cánones a serle pagados por éstos. También, están exentos de pagar impuestos aduaneros al gobierno central por el intercambio comercial que se lleva a cabo a través de su frontera, por los Himalayas, como tradicionalmente se ha venido haciendo.
Las antiguas aldeas del interior de Mustang son consideradas hoy día uno de los territorios más inaccesibles del planeta, y el intercambio cultural con el exterior es mínimo. Por eso, se dice que a la fecha allí es donde sobreviven más puras las costumbres y tradiciones tibetanas, sobretodo luego de la masacre cultural desde la invasión de China en Tibet.
Como es de suponer, hasta hoy la región de Mustang está cerrada a los turistas. Y a aquellos curiosos senderistas y trekkers que deseen entrar por su cuenta, serán detenidos por los puestos de policía que se encuentran a lo largo de los caminos en las aldeas de los alrededores. Pedirán documentos, y no dejarán pasar a los extranjeros. Si alguien consigue pasar, inmediatamente los locales, que son muy celosos de la protección de su territorio, lo denunciarán a las autoridades, y la persona será encarcelada por un tiempo no muy definido. En el peor de los casos el intruso puede llegar a ser apedreado a muerte por los locales. De todo esto existen ya varios antecedentes, aunque son contadas las personas que han llegado a entrar sin permiso.
He leído que existe un permiso del gobierno central de Tibet que permite entrar al reino prohibido de Lo por un tiempo determinado y con un guía local. Estos pases se pagan por el día y son muy caros. Por 1997 leí que costaba USD 100 por cada día, y solamente podía gestionarse en Katmandú. Y aún así, al deber ir siempre acompañado con un guía, seguramente haya que pagar al guía por todos los días (semanas) de viaje a través de los Himalayas hasta llegar hasta Mustang. Y una vez allí probablemente uno esté limitado en cuanto a su capacidad de movilizarse dentro de la región (aunque esto es sólo una opinión mía).
Aún así, si alguien hace el trekking del Long Annapurna Circuit, al bajar de Thorong La Pass, puede pasar por algunas aldeas que se encuentran en la parte más exterior del distrito de Mustang y que son lo más fascinante de todo el trayecto. Las aldeas que absolutamente vale la pena visitar son Muktinath, Kagbeni y Marpha.
Muktinath se encuentra a unos 10 kilómetros del Pase de Thorong La, el pase de la montaña que viene a ser la parte más alta y difícil de recorrido del circuito del Anapurna. Muktinath se encuentra a 3800 metros de altura.
10 kilómetros más allá, pasando Muktinath, se encuentra la aldea de Kagbeni, a 2800 metros de altura.
15 kilómetros pasando Kagbeni, o 6 kilómetros luego de Jomsom (la ciudad más importante de la zona, con un pequeño aeropuerto local), se encuentra el pueblo de Marpha a 2670 metros de altura.
En cada uno de estos tres pueblos vale la pena quedarse al menos un día para recorrer, visitar los templos, y ver la forma de vida de las personas que allí viven.
Muktinath es considerado un lugar sumamente sagrado desde la época de su fundación. En la parte principal, a la entrada del pueblo, donde están el templo hindú y el monasterio budista, hay una napa de gas natural que sale de abajo de la tierra e incluso de pequeños pozos de agua. El espectáculo de ver una llama de fuego brotando del suelo e incluso de la superficie del agua ha llevado a que los sus descubridores (aparentemente hindúes), hace muchos siglos, consideraran eso como un milagro de los dioses, y construyeran allí un templo. En el interior del templo se puede ver la llama siempre encendida. Afuera del templo hay dos piscinas con agua al borde del punto de congelamiento para que los devotos se bañen (en ambas) para purificarse. Además, alrededor del templo, hay 108 chorros de agua a modo de duchas para que los fieles se purifiquen. Estos últimos deben bañarse en cada una de los 108 chorros de agua, yendo en sentido horario. Estos dispositivos de piedra para tomar estos baños religiosos tienen muchísimos años, y son la razón del origen del nombre de la aldea (Muktinath viene de un nombre que significa 108 chorros o fuentes de agua, en tibetano o en sánscrito, no recuerdo).
Afuera del templo hay varios pequeños templos más con estatuas e imágenes de dioses hindúes, donde también se pueden ver Sadhús (santos y renunciantes hindúes) que viven allí o al menos pasan el día entero rezando y meditando.
A lo largo del camino de subida hasta el templo, a medida que se suben los escalones (pues el templo está sobre un cerro), uno va pasado por varios cilindros rotatorios tibetanos para hacer girar con la mano derecha mientras pasa por ellos y repite el mantra sagrado Om Mani Padme Hum. Esa es la costumbre. Y al llegar cerca del templo hindú hay varias campanas de diferentes tamaños para que los peregrinos toquen al entrar y al salir. La subida no es tan larga, pero debido a la altura en la que se encuentra Muktinath, el esfuerzo se hace sentir.
Pasando el templo hindú, sobre la misma colina sagrada, y pasando junto a más paredes con cilindros giratorios (también los llaman cilindros Mani) se encuentra el monasterio budista tibetano, dentro del cual está el templo principal. El templo es pequeño, pero aún así muy bonito. Todos los días a las 6 de la mañana se se puede asistir al Puja o ceremonia religiosa que realizan los monjes. Otras corrientes budistas son más estrictas con respecto a autorizar a extraños a entrar durante las ceremonias religiosas, y mucho menos entrar o salir en medio de la misma. Pero el budismo tibetano es el más laxo en este y en otros sentidos, y los mismos monjes comen o beben té durante la ceremonia, carraspean para limpiarse la garganta repetidas veces, los niños aprendices entran en medio del Puja como si se tratara de un restorán, sirven té, se ríen, se sientan, escuchan, bostezan, se dan vuelta, a veces conversan. En fin... es el menos estricto de todos. Ésta es una característica de todos los templos tibetanos que he visitado. Pero el interior de los mismos es el más fascinante e interesante entre los templos budistas, por los colores, los dibujos de demonios, las imágenes de dioses y maestros, los mandalas, los artículos litúrgicos tibetanos, los extraños instrumentos musicales ritualísticos e incluso imágenes de Padmasambhava en posiciones de sexo tántrico con alguna de sus esposas. Padmasambhava fue quien introdujo esa corriente de budismo tibetano llamada Vajrayana en el siglo VIII, y que es considerado un segundo Buda, y a veces hasta más importante aún que el Buda. Por las particularidades de esta rama del budismo, por la inmensa tradición de supersticiones opuestas a la lógica y doctrina budistas que abundan en el canon lama tibetano, y por excesos carnales y mundanos de los monjes lamas, muchas de las más rigurosas escuelas budistas de varios países ponen en duda y/o cuestionan que el budismo tibetano sea propiamente "budismo". Una referencia a eso la escuché cuando hice un retiro en un monasterio en Tailandia.
En las montañas de los alrededores de Muktinath y Kagbeni (especialmente entre ambos pueblos) se pueden ver cientos o miles de cuevas de diferentes tamaños que fueron construidas por tibetanos que emigraron a través de los Himalayas a través de siglos. Nadie sabe exactamente cuándo comenzaron a construir las cuevas ni cuándo éstas fueron abandonadas. Los más viejos de las aldeas sólo recuerdan que las cuevas ya estaban abandonadas desde hacía mucho tiempo. Algunas cuevas son pequeñas, con una sola habitación, y otras son más grandes, y poseen varias habitaciones, e incluso asientos cavados en la roca, y varias estatuas. Hoy en día las cuevas están sobre la pared de la montaña, mas se dice que antes solía haber una pendiente frente a la entrada de las cuevas que permitía a los habitantes acceder a ellas con relativa facilidad. Pero durante los siglos los desmoronamientos ocasionadas por la erosión y los deshielos provocaron que la arena de las paredes de las montañas fuera derrumbándose. Abajo, donde se ve la arena y rocas de los desmoronamientos, dicen que en algunas partes se pueden encontrar algunos restos destruidos de los habitantes que una vez moraron allí.
Escuché decir por parte de nuestro guía que después de la invasión China a Tibet, muchos tibetanos volvieron a cruzar los Himalayas para refugiarse, y se escondieron ahí por varios años. Muchos lamas y principalmente Kamcha (habitantes de la región tibetana de Kham) continuaron luchando a su manera durante muchos años, y se ocultaban en los Himalayas cuando eran cazados.
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